Un gesto altruista y generoso por parte de un mexicano

UN GESTO ALTRUISTA Y GENEROSO POR PARTE DE UN MEXICANO

El reconocimiento y la gratitud son valores con un significado extraordinario. También la voluntad de servir y la generosidad.

El deseo de un mexicano con un enorme corazón, de devolver algo muy preciado a una familia rusa, a quién pertenecía por derecho, es el tema de esta  emotiva historia.

Eduardo Cruz es un tapatío cuyo pasatiempo favorito es visitar los mercados de pulga y buscar curiosidades, en una de estas visitas le ofrecieron por 100 dólares una hermosa antigua condecoración. No sabia exactamente lo que representaba, pero la estrella roja soviética le dio una referencia, decidió comprarla. Aunque el valor real en las subastas especializadas es cinco veces mayor y tuvo la oportunidad de venderla, no lo hizo. Su único propósito a partir del día en la que la adquirió fue devolverla a la familia rusa, a los dueños legítimos. 

Sin hablar ruso y topándose con varios obstáculos, Eduardo no se dio por vencido y su tenacidad después de 3 meses dio resultados. 

La medalla le pertenecía a un valiente soldado ruso, Alexander Smirnoff, quien sufrió un terrible ataque durante la Segunda guerra Mundial y estuvo hospitalizado un largo tiempo, de milagro se salvó aunque la bala le atravesó ambas mejillas. 

Regreso a su pueblo natal, se dedicó al campo y formo una bella familia. La condecoración era algo que guardaba con esmero y para una fotografía importante siempre la lucía. Sus hijas lo sabían muy bien, de manera que el resguardo de la medalla fue algo muy cuidado.

Por azares del destino la medalla desapareció un buen día, las hijas de Alexander sospechaban de un tío; no obstante, nunca más la encontraron. El valiente soldado partió de este mundo en 1988, mientras que el destino de la medalla, de la cual siempre estuvo tan orgulloso, quedo rodeada de interrogantes y misterio.

El destino colocó a Eduardo Cruz en esta aventura y su generosidad le dio la vuelta a la historia, decidió hacer todo lo posible para encontrar y regresarla a la familia rusa. Lo logró gracias a su paciencia, perseverancia y una fuerte determinación. 

La medalla regresó por valija diplomática a la familia (con el apoyo del cónsul honorario de Guadalajara) a las hijas de este valiente soldado, quienes emocionadas y agradecidas dieron gracias a este mexicano «amable y de gran corazón», tal como ellas mismas se expresaron.  

«Todavía hay gente buena que quiere ayudar» decía Galina, una de las hijas de Smirnoff, las lagrimas que no dejaban de brotar y un fuerte apretón de la medalla sobre su pecho dibujaron una escena difícilmente de explicar. Solo sentimientos, emoción y gratitud. 

Con un clima helado, típico del invierno ruso crudo, las dos hermanas fueron al lugar de descanso de su papá, colocaron la condecoración sobre su lápida y le pidieron a Alexander que estuviera tranquilo y que descansara con el alma en paz. «Papá, aquí esta tu medalla, la tienes otra vez.»

El joyero mexicano replicó esta acción con otras condecoraciones que adquirió, en algunas tuvo éxito pero en las que no, las entregó a los museos rusos, donde pertenecen por legitimidad. 

Felicidades a Eduardo Cruz por su altruismo y generosidad.

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