Ballet: El arte de dominar el cuerpo y el escenario

Por Susana Meza Serrano

Ana Pavlova, Rudolf Nureyev, Margot Fonteyn y Marius Petipa, son quizás algunos de los nombres que giran en la mente cuando se menciona la palabra “Ballet”, pero detrás del brillante satén, coloridos tules y zapatillas con duras puntas, se encierran historias donde coreógrafos, escenógrafos, bailarines, músicos, directores y tramoyistas han colaborado a lo largo de los siglos para crear un arte que alcanzó la perfección y dominio del cuerpo desde la cabeza hasta la punta de los pies. 

La palabra “Ballet” tiene su raíz en el griego (ballizo) y del latín (ballo) que significan bailar, pero fue hasta el año de 1582 cuando por primera vez el compositor y coreógrafo Baldassare da Belgioioso, utilizó dicho término en su obra: “Ballet comique de la reine”.

La danza como arte refinado, surge en Italia durante el Renacimiento, pero fue, en Francia con el reinado de Luis XIV, donde nace la profesionalización del ballet, siendo L’Académie Royale de Danse, la primera escuela formal donde surgió la codificación de pasos y depuración técnica; lo anterior explica la razón por la cual hoy día la nomenclatura de ballet está en francés. 

L’Académie Royale de danse,  cuya evolución derivó en la Ópera de País, se caracterizó en el énfasis de refinados movimientos con precisión técnica, sin embargo fue en el año de 1779, cuando apareció un tratado teórico práctico de baile que proporcionó un repertorio de figuras que la escuela italiana comenzó y compartió, después fue Jean-Georges Noverre con su tratado: “Carta sobre el ballet y el arte de la imitación”, quien redondea la técnica dancística con el drama, es decir “el ballet pantomima”, por ello Noverre, es considerado como “el creador de la danza moderna” y en su honor el 29 de abril se festeja el “Día internacional de la danza”

Al surgir el “Romanticismo” como corriente cultural, el ballet encontró formas de expresión que permitieron evolucionar el movimiento corporal junto con una mayor teatralidad, subyugando al público con historias reales y cercanas, exaltando la emotividad, transportando al espectador a lugares exóticos a través de grandes conjuntos de bailarines, fusionados con la música y escenarios fastuosos, haciendo del ballet un mundo estricto pero muy atractivo para las audiencias. 

“Giselle”, el famoso ballet del compositor Adolphe Adam estrenado en 1841, es la obra maestra absoluta de la danza clásica, tanto por el tratamiento de los ideales románticos, como por el empleo de la más refinada técnica teatral del siglo XIX, debido a que se requiere un elevado nivel actoral, para que el espectador entienda la tragedia y se conmueva, solo mirando los gráciles y etéreos movimientos que ejecutan los bailarines, ayudados por un despliegue de vestuario y escenografías que cautivan al observador.  

La bailarina italiana Maria Taglioni, fue quien revolucionó el ballet al pararse de puntas por primera vez, desafiando la gravedad en su interpretación de “La Sylphide”, con el tiempo la técnica de pies se depuró hasta que el calzado se innovó para que dieran un soporte adecuado al pie, tal como lo atestiguó Anna Pavlova, quien fue una de las máximas representantes de la técnica rusa y aplicó costuras gruesas con una suela con refuerzo a sus zapatillas, para lograr un mejor equilibrio del cuerpo y estética del empeine. 

La popularidad del ballet se expandió por Europa y el mundo entero, mejorando técnicas como fue la escuela rusa con la Técnica Vaganova, la escuela inglesa “The Royal Ballet”, entre muchas más alrededor del planeta, pero cabe decir que no hay danza sin coreógrafo, así que nombres como: Marius Petipa, Roland Petit, George Balanchine, son fundamentales para entender cómo se enlazan los movimientos que permiten la fantasía en escena, así como la coordinación de los bailarines, quienes trabajan años, acondicionando su cuerpo desde la niñez para alcanzar la perfección y pleno dominio de sus facultades físicas y emocionales, para que la concentración se convierta en arte y el esfuerzo en personaje, donde el público vea tal poesía que sea incapaz de percibir la dificultad o el agotamiento de las articulaciones durante la función. El Ballet es el más estricto mundo dentro del universo de la danza, pero al mismo tiempo es aquel que permite dominar de manera integral cuerpo y escenario desde la cabeza hasta la punta de los pies.  

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