CHIPS: La insólita oportunidad de negocios internacionales para México

Por Susana Meza Serrano

La compleja evolución de los tiempos que enfrentamos ha demostrado tener una relación directa con seres y objetos tan pequeños que es necesario visualizarlos con microscopios especiales bajo el propósito de confirmar su existencia, tal es el caso de un virus llamado SARS-Cov2, que produjo la primera gran pandemia registrada en este siglo, y de la cual estamos apenas advirtiendo las profundas modificaciones que produjo en la historia de la humanidad, sin embargo más allá de estas consideraciones biológicas y virológicas, existen objetos como los “transistores” y/o “micro-transistores”, que han sido creados por el hombre como un dispositivo electrónico semiconductor, que  permite la transferencia adecuada de energía eléctrica, entre las diferentes partes de un circuito eléctrico, siendo algunos de ellos tan pequeños que tienen un volumen total de menos de un milímetro cúbico o incluso mucho menor. Sin embargo estos transistores se les conoce de manera más común bajo el nombre de “chip” o “microchip”, cuyo término se asocia al mundo de las computadoras siendo visualmente una diminuta placa de material semiconductor que incorpora un circuito electrónico y que a su vez contiene varios componentes electrónicos microscópicos que son justamente los transistores, quienes se encargan de transmitir la señales de datos y que hacen posible la operación de teléfonos inteligentes, sistemas multimedia, automóviles, ordenadores, consolas de videojuegos y un sin número de aparatos eléctricos, así como maquinaria y equipo, necesarios para la producción de otros bienes y servicios, incluyendo algunos tan especializados como el ámbito militar y la medicina. 

La producción de estos chips, ha permitido que en pocas décadas la evolución de la tecnología digital haya sido vertiginosa, tan es así, que en 1965 aparece una ley conocida como la “Ley de Moore”, en honor al cofundador de Intel, Gordon Moore, quien dijo “que la cantidad de transistores en un microchip se duplicaría cada dos años”, lo cual se comprobó debido al crecimiento exponencial del cómputo en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI, permitiendo que los ordenadores fueran cada vez más rápidos, eficientes y con mejor capacidad, por lo que varios países en el mundo han invertido y permitido la elaboración de chips, tales como: Taiwán, Corea del Sur, Japón, China, Estados Unidos (EUA), Tailandia, Alemania, Malasia, Singapur, Países Bajos y otros más; sin embargo y de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas, China es la mayor productora de estos chips a nivel mundial, aunque se dice que es Taiwán, pero cabe mencionar que para fines estadísticos se suma a la producción de China las cifras de Hong Kong y Macao, además de acuerdo con un análisis del Congreso estadounidense, el comercio mundial de semiconductores implica procesos de fabricación y diseño transfronterizos, es decir, Taiwán y Corea del Sur tienen una capacidad de fabricación importante, mientras que varias economías del Este de Asia, tienen un papel relevante en el ensamblaje, pruebas y empaque de chips, lo que permite que un mismo semicondutor cruce varias fronteras más de una vez y ello modifique los números globales de importación y exportación local, sin embargo, la tendencia ascendente en la producción y envío de chips desde Asia continua.

En el año 2018, las exportaciones de circuitos integrados, que se usaban en casi todos los productos electrónicos representaron el 70% del valor total de las exportaciones en ese rubro para Asia, lo cual confirma la Ley de Moore, previamente citada, ya que se corrobora el aumento de la demanda y producción de chips, debido a que en una década previa significaba solo el 40% del valor total de transistores con fines de exportación.

Al llegar el 2020 y la terrible pandemia que costó muchas vidas alrededor del mundo, China y otros países altamente productores de chips no solo se vieron afectados por sus altos índices de contagios y fallecimientos, sino que debido a la severa crisis sanitaria, tuvieron que reducir importantemente sus jornadas de trabajo, hubo confinamientos estrictos, llevando incluso al cierre de las fábricas con el propósito de evitar al máximo la propagación del Covid-19, lo que significó que se suspendiera la elaboración de nuevos chips y se utilizaran aquellos que ya se tenían disponibles y/o en stock con el propósito de cubrir la producción de dispositivos electrónicos derivado del auge en la demanda debido al trabajo y educación a distancia que se dio en todo el mundo, por ello uno de los sectores más afectados fue el automotriz, ya que se le dio prioridad a la industria de las computadoras y en este caso, los automóviles quedaron en un segundo lugar, aunado a ello las restricciones de movilidad a nivel mundial, provocando una caída del 39% de las ventas de los autos en aquel año, pero con el avance de la vacunación y la reapertura de actividades, la recuperación en las ventas de coches y los pedidos de chips resurgió. Sin embargo, los fabricantes de transistores se vieron rebasados por la demanda, dejando en lista de espera a cientos de empresas, dando pie a una crisis general y un retraso importante en la elaboración y entrega de autos, empujando algunas automotrices a reducir su producción cerca del 52% por la escasez de chips, ya que un coche en promedio tiene de 1,600 a 3,000 chips dependiendo de la complejidad del vehículo y más con el advenimiento de los autos eléctricos que utilizan más semiconductores, por eso los autos nuevos incluso en 2023 siguen con retrasos de 3 a 4 meses para la entrega al consumidor final. De acuerdo, a la empresa holandesa ASML, una de las grandes productoras de transistores del mundo, mencionó que la crisis podrá solventarse para el 2024, cuando la industria de los chips llegue a su nivel óptimo de producción.

Sin embargo, la estabilidad tanto sanitaria, como económica y ahora social, enfrenta desafíos, como resultado de elementos combinados, tales como la guerra entre Rusia y Ucrania, así como las tensiones geopolíticas y estratégicas entre Taiwán, China y los EUA, provocando un clima caldeado en el comercio exterior de los chips.

Queda entendido que la industria de los microprocesadores es fundamental en prácticamente todos los ámbitos operativos de una sociedad digitalizada, por ello EUA, está muy interesado en aumentar su presencia en este ámbito, ya que según Boston Consulting Group, tiene liderazgo mundial en materia de diseño y propiedad intelectual, pero solo el 12% de fabricación, siendo el 80% realizado en Asia, lo cual desprende la importancia y tensión geoeconómica de Taiwán y la posición de China como el gran competidor, de ahí que los EUA apliquen el “Acta para la Ciencia y Chips” (Chip-Act), que impulsa con fuertes apoyos económicos a la investigación y desarrollo I&D y la construcción de fábricas para chips, sin embargo eso no es suficiente, por lo que EUA convocó a sus socios comerciales: México y Canadá, para una colaboración regional, significando una oportunidad real de crecimiento económico, comercial y tecnológico para México, más allá de las ventajas de un T-MEC, la cercanía geográfica con el vecino país y el alivio de depender de los chips de origen asiático, buscando fomentar una independencia en el suministro de los componentes para el resto de las industrias en Norteamérica. 

México podría participar con base a su infraestructura existente (Valle del Silicio mexicano): en plantas de encapsulado, centros de diseño, eslabones de ensamblaje y prueba; sin embargo, EUA considera que la primera fase de su proyecto la realizarán en su país  debido a que es altamente sofisticada y de gran inversión, no obstante, el tipo de tareas que ya hace México pueden aumentar sobre todo por su fortaleza dentro del sector automotriz, que como se hizo mención, ocupa grandes cantidades de semicondutores, lo anterior deja ver el interés de Tesla en invertir en México y fabricar sus acumuladores con el litio mexicano, sin embargo los retos a vencer son varios como: Buena planificación y negociaciones, atracción de inversiones a través de mecanismos parecidos a la “Chip-Act”, asegurar el estado de derecho, reconstrucción del diálogo público-privado, incentivos a la I&D y otros incentivos que permitirían a nuestro país aprovechar esta nueva oportunidad para expandir su tecnología y comercio exterior. 

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