En diciembre de 2020 Rusia y México celebran el 130º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas que comenzaron al intercambiar los dos países embajadores en 1890: el diplomático barón Román Rozen presentó sus cartas credenciales al presidente Porfirio Díaz y el ex gobernador del Estado de México, Pedro Rincón Gallardo, al emperador Alejandro III. Pero los primeros contactos entre nuestros pueblos datan del inicio del siglo XIX, pues en 1806 los colonizadores rusos de Alaska llegaron en barcos al puerto de San Francisco, donde el capitán de aquella tripulación, Nikolai Rezanov, el Cristóbal Colón ruso, según reza la leyenda cantada por el poeta ruso Andrei Voznesenski, se enamoró de la hija del comandante de la ciudad, Conchita. Él tuvo que volver a San Petersburgo para obtener el permiso del zar para casarse con una católica. Se pusieron de acuerdo en que Conchita esperara a su prometido dos años, pero como éste fue zarpado por la muerte medio camino en plena Siberia, solo pudieron unirse simbólicamente a inicios del siglo XXI, cuando a la tumba de Nikolai se le echó una palmadita de tierra de la tumba de Conchita y se puso una cruz que de un lado dice “Nunca voy a verte” y del otro “Nunca voy a olvidarte”.