Por Alexandru Otero Tamayo M.
Perú rompe con México
Apenas en enero de 2023 México había conmemorado el 200 aniversario del establecimiento de relaciones con Perú, una relación históricamente basada en el respeto mutuo, la amistad y la cooperación.
Un nuevo capítulo complejo atraviesa la relación bilateral entre Perú y México, tras el anuncio del gobierno peruano de romper relaciones diplomáticas con nuestro país.
La razón oficial es el otorgamiento de asilo político, por parte de México, a la ex primera ministra peruana Betssy Chávez, quien enfrenta procesos judiciales en su país por presunta participación en el intento de autogolpe de diciembre de 2022.
El canciller peruano, Hugo de Zela, declaró que la decisión de romper los vínculos diplomáticos con México se tomó “en respuesta a un acto hostil”, al considerar que la concesión de asilo a Chávez en la Embajada de México en Lima constituye “una injerencia inadmisible en sus asuntos internos”.
Por su parte, el gobierno mexicano respondió de manera inmediata, subrayando que su actuación se realizó conforme al derecho internacional en materia de asilo, y calificó la medida peruana como “excesiva y desproporcionada”.
Con esta decisión, ambos países procederán al retiro de sus embajadores, el cierre de sedes diplomáticas y la suspensión de los canales de comunicación política, manteniéndose únicamente los vínculos a nivel consular.
Se trata, sin duda, del punto más bajo en las relaciones diplomáticas entre ambas naciones hermanas. Apenas en enero de 2023 México había conmemorado el 200 aniversario del establecimiento de relaciones con Perú, una relación históricamente basada en el respeto mutuo, la amistad y la cooperación.
El origen de la tensión actual se remonta a diciembre de 2022, cuando el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador expresó su respaldo al expresidente Pedro Castillo, destituido por el Congreso peruano bajo la figura de “incapacidad moral permanente”. El posterior no reconocimiento del gobierno de Dina Boluarte, calificado por el mandatario mexicano como “espurio”, profundizó la crisis diplomática entre ambos países.
A ello se sumó el episodio de 2023, cuando México decidió no entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico a Perú, ya bajo el mandato de Boluarte. La justificación fue que México no reconocía a su gobierno como legítimo, al considerarlo resultado de un “golpe de Estado” tras la destitución de Castillo. Esta decisión derivó en la expulsión del entonces embajador mexicano en Lima, Pablo Monroy.
En ese contexto, el gobierno peruano acusó a México de mantener una política “injerencista” y reiteró su llamado a respetar la soberanía y los asuntos internos del Perú.
La postura mexicana no cambió con el relevo presidencial. Durante el gobierno de Claudia Sheinbaum, las tensiones se mantuvieron, y en septiembre de 2025 la presidenta mexicana fue declarada persona non grata por el gobierno peruano, cerrando de facto cualquier intento de normalización.
Esta ruptura representa la culminación de una serie de desencuentros que las vías diplomáticas no lograron resolver. Es, sin duda, un desenlace lamentable para dos países con una historia común de cooperación y afinidad cultural.
Cabe recordar que la política exterior mexicana del siglo XX se distinguió precisamente por su carácter solidario y humanitario, al ofrecer refugio a perseguidos políticos de España, Chile, Argentina y otras naciones. Hoy, el debate gira en torno a si los recientes casos de asilo — como el de Betssy Chávez en Perú o el del ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas — responden realmente a un criterio de protección política, o si, por el contrario, involucran a figuras con procesos judiciales pendientes en sus países de origen.
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