

Acuerdo
En un acto que la Casa Blanca calificó como “histórico”, Azerbaiyán y Armenia pusieron fin a casi cuatro décadas de hostilidades con la firma de una declaración conjunta en Washington, el pasado 8 de agosto de 2025. El encuentro, presidido por el mandatario estadounidense Donald Trump, reunió al presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, y al primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, quienes sellaron un compromiso que busca cimentar la paz y la estabilidad duraderas en el Cáucaso del Sur.
La declaración conjunta establece la hoja de ruta para abrir una nueva etapa en las relaciones bilaterales. Incluye el cese definitivo de los combates, la apertura del comercio y de los viajes, el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el respeto mutuo a la soberanía y la integridad territorial. “Tendrán una buena relación; si no, llámenme y lo arreglaré”, declaró Trump con su característico tono, subrayando que espera que el acuerdo se convierta en un modelo de resolución pacífica de conflictos.
El presidente estadounidense, que no oculta sus aspiraciones al Premio Nobel de la Paz, aprovechó el marco de la cumbre para suscribir también acuerdos bilaterales con ambas naciones, enfocados en cooperación económica, desarrollo energético e infraestructura. El gesto refuerza el interés de Washington por incrementar su influencia en una región estratégica donde confluyen intereses de potencias como Rusia, Turquía e Irán.
Para Pashinyan, el resultado es “revolucionario” y marca el inicio de un “nuevo capítulo de paz, prosperidad, seguridad y cooperación económica en el Cáucaso Meridional”. Citó el pasaje bíblico “Bienaventurados los pacificadores” para elogiar el papel mediador de Trump. Aliyev fue incluso más enfático: “Si no fuera por el presidente Trump y su equipo, probablemente hoy Azerbaiyán y Armenia seguirían atrapados en un interminable proceso de negociaciones. El presidente Trump trae la paz al Cáucaso”, aseguró.
Ambos líderes coincidieron en anunciar que nominarán conjuntamente a Trump al Premio Nobel de la Paz. El mandatario estadounidense, por su parte, describió la declaración como un acuerdo de paz definitivo: “Treinta y cinco años de muerte y odio, y ahora será amor y éxitos juntos”. Tras la foto oficial y un triple apretón de manos, las partes firmaron la declaración conjunta, gesto que simboliza la voluntad de no retroceder.
Aliyev reafirmó que “no debe existir ninguna duda ni sospecha de que alguna de las partes dará marcha atrás”. Pashinyan, en la misma línea, aseguró que “lo ocurrido hoy dará lugar a una paz duradera, eterna, en el Cáucaso”. Un contundente “totalmente de acuerdo” selló el compromiso entre ambos dirigentes.

Uno de los puntos más destacados del pacto es la creación del Corredor Ruta de Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional (TRIPP), anteriormente conocido como Corredor de Zangazur. Esta vía, de unos 43 kilómetros a través del territorio armenio, permitirá a Azerbaiyán conectar directamente con su exclave de Najchiván, la región azerbaiyana que sufrió bloqueo armenio, durante años del conflicto, garantizando el tránsito comercial sin obstáculos.
Armenia mantendrá la soberanía legal sobre la ruta, pero Estados Unidos tendrá derechos para su desarrollo económico.
La relevancia de este avance se comprende mejor a la luz de la historia. Las primeras conversaciones para resolver el conflicto se remontan a 1994, tras la firma del alto al fuego que puso fin a la primera guerra de Karabaj. Sin embargo, durante tres décadas, todos los intentos de mediación resultaron infructuosos y una quinta parte de Azerbaiyán siguió estando bajo ocupación. El proceso se reactivó después de su liberación, como resultado de la segunda guerra de Karabaj, cuyo quinto aniversario se conmemora este noviembre, después de la cual, Armenia reconoció oficialmente la integridad territorial de Azerbaiyán que incluye la región azerbaiyana de Karabaj.
Además, en el marco de la reunión de Washington, los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países rubricaron el proyecto del “Acuerdo sobre el establecimiento de la paz y las relaciones interestatales entre la República de Azerbaiyán y la República de Armenia” y se firmó una carta conjunta dirigida al presidente en ejercicio de la OSCE sobre el cierre del Proceso de Minsk-formato de la dicha organización para la resolución del conflicto- junto con las estructuras relacionadas.
El acuerdo de Washington no solo cierra un capítulo marcado por la desconfianza y las heridas abiertas, sino que también inaugura una vía concreta para la cooperación económica y la integración regional. La apuesta, sin embargo, no está exenta de desafíos: la implementación de los compromisos, y la gestión de intereses geopolíticos contrapuestos serán pruebas determinantes para que la paz firmada no se desvanezca en el papel. En este contexto, para permitir la firma del Acuerdo, la parte azerbaiyana espera que se realicen enmiendas en la Constitución de Armenia con el fin de eliminar las reclamaciones territoriales contra Azerbaiyán.
En un Cáucaso históricamente convulso, donde la geografía y la política han hecho converger alianzas y rivalidades, el pacto representa un punto de inflexión. Si la “Ruta de Trump” logra materializar su promesa de desarrollo, el corredor podría convertirse en símbolo de una región que juega un papel fundamental de “puente entre Europa y Asia”, que, tras décadas de guerra, apuesta por un futuro en el que las fronteras no dividan, sino conecten.